¿Tienes un jefe tóxico?



Así como los jefes eficaces pueden hacer un bien considerable para una empresa, los tóxicos pueden infligir una gran cantidad de daño. Por tóxicos, no me refiero sólo a incompetentes, quiero decir malignos.

¿Es nuestro jefe un líder tóxico? ¿Debemos estar alerta ante el cambio de mandamás en nuestra organización? Esa es la pregunta que ha planteado el nuevo artículo de Richard Gunderman para el Foro Económico Mundial.

Gunderman no es un charlatán cualquiera: se trata de toda una eminencia académica en Estados Unidos. En la Universidad de Indiana imparte clases de radiología, pediatría, filosofía, artes liberales y filantropía. Su excelente currículum en las aulas le ha hecho merecedor de numerosos premios internacionales.

A la hora de identificar a un jefe tóxico, Gunderman diferencia diez puntos centrales muchos de ellos te sonaran mucho:

1. Cuando llega un jefe tóxico a nuestra organización, toda la diversión y la pasión ligada a nuestro trabajo se esfuma. Este tipo de jefes succiona a sus subordinados la pasión por su profesión, sumiéndolos en una situación de nervios e incertidumbre que los psicólogos definen con términos como impotencia, desamparo e indefensión.

2. El jefe tóxico dispara la desconfianza laboral. En cuestión de semanas, el mercurio del termómetro que mide las sospechas y las dudas entre los trabajadores de la empresa se disparará, sembrando un clima de silencio en el que nadie se atreverá a dar su opinión en libertad.

3. Con el jefe tóxico se acaba el diálogo y la comunicación se convierte en algo burocrático y jerárquico. El flujo informativo va muriendo, a menudo con el apoyo de un líder que no dudará en confrontarse directamente con algunos de sus empleados o, incluso, promoverá el enfrentamiento entre ellos. Su influencia en la comunicación empresarial es del todo venenosa y genera un malestar creciente.

4. El jefe tóxico controla de forma obsesiva todos los canales a través de los cuales se transmite conocimiento e información. Los procesos respetados hasta su llegada salen por la ventana en cuestión de días y se implanta un régimen en el que la propia desconfianza y recelo del jefe tóxico justifica semejante represión de la autonomía profesional.

5. El jefe tóxico vacía de significado el esfuerzo de los trabajadores, que día a día se cuestionan su rol en la empresa, en vez de consagrarse a la misma con entusiasmo y compromiso.

6. El jefe tóxico hace que sus trabajadores se sientan manipulados y usados. Su única forma de sentirse validado es hacer que la gente a su alrededor experimente todo lo contrario.

7. El jefe tóxico dispara las salidas de la empresa. Unos trabajadores se van súbitamente; a otros se les despide de forma caprichosa y tiránica, de la noche a la mañana.

8. Al jefe tóxico no le importa la opinión de los demás: solamente su forma de hacer las cosas es válida, como queda reflejado en reuniones de departamento en las que se corta a los empleados, se minusvaloran sus logros, etc.

9. El jefe tóxico amenaza con el despido, insinuando o afirmando directamente a todo trabajador que le contradiga que su presencia en la empresa no está garantizada. Su persuasión es coercitiva, no busca ejercer un liderazgo atractivo y compartido, sino que toma el mando para someter de forma vergonzante a sus subordinados.

10. El jefe tóxico vigila cual espía a sus trabajadores. Como el Panóptico de Jeremy Bentham, el empleado se siente en una cárcel de cristal controlada por un líder que no duda en reprimir cualquier movimiento, cualquier acción, cualquier muestra de autonomía profesional o personal.


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